La política exterior de la Turquía de Erdogan
Turquía emerge de nuevo como un poder a considerar en el este del Mediterráneo
En los últimos tiempos el creciente peso político de Turquía en la dinámica geopolítica global se convirtió en uno de los fenómenos más importantes. Desde la conquista de Constantinopla en 1453, el Imperio Otomano ha tenido un papel preponderante en el Mediterráneo oriental y en Oriente Medio hasta su fin después de la Primera Guerra Mundial. Al mismo tiempo, esta entidad política siempre fue útil para el equilibrio de poder, ya sea aliándose con Francia para contener la expansión de los Habsburgos, y con Gran Bretaña para contener la expansión del Imperio Ruso. Hoy, tras el paréntesis de un siglo, Turquía emerge de nuevo como un poder a considerar en el este del Mediterráneo.
Para comprender la dirección de la política exterior de la Turquía de Erdogan es necesario centrarnos en un actor: Ahmet Davutoglu, y específicamente en su doctrina de “Profundidad Estratégica”.
Davutoglu es Doctor en Relaciones Internacionales y Ciencia Política, profesor universitario y periodista. Cuando el conservador Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) asumió el gobierno a comienzos de 2003 el entonces ministro de Relaciones Exteriores Abdullah Gül lo invitó a trabajar como asesor en asuntos exteriores. A partir de ese momento se le fueron delegando temas sensibles relacionados a la región de Medio Oriente, y finalmente, en 2009, Davutoglu se puso al frente del ministerio de Relaciones Exteriores.
En su libro “Profundidad Estratégica”, Davutoglu expone una guía basada en principios para la política exterior turca en el programa de gobierno del AKP. Fundamentalmente, Davutoglu afirmó que el rol internacional de Turquía no puede reducirse únicamente al de convertirse en un puente entre Oriente y Occidente, sino que debe ser un jugador clave tanto a nivel regional como internacional. Asimismo, subraya la importancia del legado común otomano con los países vecinos, y la necesidad del involucramiento de Turquía en la resolución de conflictos en su vecindario inmediato. De esta manera, se puede atisbar el inicio de una concepción de tipo imperialista de características Neo-Otomanas, con el fin de hacer renacer la llamada “esfera de influencia turca”, enfatizando fomentar las buenas relaciones y la cooperación con aquellos países que habían formado parte del antiguo Imperio Otomano.
Esta doctrina sostiene que Turquía pierde muchas oportunidades políticas y económicas al alejarse de sus lazos históricos con Medio Oriente, y por eso Davutoglu recomienda dar al país un rol preponderante en la región. Esto es a través de una política activa de mediación y resolución de conflictos. Así, el académico sostiene que Turquía debe basar su posición internacional de acuerdo a su profundidad geográfica e histórica.
En el punto de vista geográfico, el país ocupa un lugar central, ya que reúne diversas identidades culturales y étnicas, por lo cual es imposible identificarla con una sola región. Por eso, Davutoglu argumenta que Turquía está destinada a ser un país influyente no sólo en Medio Oriente, sino también en los Balcanes, el Cáucaso y Asia Central. Esta posición privilegiada le permite a Turquía una independencia de acción además de influencia en el devenir de los asuntos internacionales, llevando una política proactiva y multidimensional (hecho evidente desde la invasión de Rusia a Ucrania).
Desde el punto de vista histórico, la “Profundidad Estratégica” concibe a Ankara como heredera del Imperio Otomano, y como tal posee el destino manifiesto de ser un referente regional y participar activamente en el vecindario generando lazos con todos los antiguos territorios del Imperio.
De esta manera, en las últimas décadas Erdogan con la participación de Davutoglu ha buscado convertir a Turquía en una potencia regional fortaleciendo su presencia en el mundo mediante una política exterior basada en el neotomanismo. Este proyecto, típicamente conservador, que añora la vuelta de un pasado “mítico” y la recuperación de un “Paraíso perdido”, reivindica la grandeza del Imperio Otomano y lo convierte en un ideal aglutinante al que el estado turco debe aspirar para volver a ser una potencia poderosa.